domingo, 8 de marzo de 2009

Buen alimento para el corazón

Buen alimento
para el corazón

El pescado aporta grasas cardiosaludables, como los ácidos omega-3, proteínas, vitaminas del grupo B y minerales esenciales

Desde tiempos inmemoriales el pescado ha formado parte de la dieta humana. Nuestros ancestros sabían instintivamente que su consumo les ayudaba a sobrevivir. Hoy se conoce su aporte nutricional, cuyo perfil puede esquematizarse de la siguiente manera:

l Es rico en proteínas de alto valor biológico, debido a su contenido de aminoácidos esenciales y a su fácil digestión.

l El aporte de grasas es muy variable en función de la especie.

l Carece de hidratos de carbono y fibra.

l Puede contener algunas vitaminas del grupo B y liposolubles según la especie.

l Ofrece aportes considerables de minerales como potasio, fósforo, magnesio, hierro, cinc, yodo, cobre y selenio.

l Es muy rico en agua: entre 65 y 80% del total de su peso.

Se puede afirmar, por tanto, que se trata de un alimento saludable con una elevada densidad nutricional, ya que aporta nutrientes básicos y una moderada cantidad de calorías (entre 80 y 150 por 100 gramos).

La riqueza de especies marinas permite, además, realizar clasificaciones desde un punto de vista nutricional. La más relevante divide al pescado según su contenido graso. Así se puede hablar de pescado magro o blanco y de pescado graso o azul. El primero, que contiene entre uno y cinco por ciento de grasas, agrupa especies como la merluza o el lenguado. En el segundo las grasas suponen entre 10 y 15% del peso total y a él pertenecen la sardina, el arenque, el salmón y el atún, entre otros.

La calidad de las grasas

Desde que hace cuatro décadas se empezara a relacionar la salud cardiovascular de la población esquimal y japonesa con el consumo de grasas marinas, miles de investigaciones han tratado de demostrar los efectos beneficiosos de las mismas.

La principal particularidad de la grasa del pescado es su elevado grado de insaturación y la presencia de ácidos grasos poliinsaturados, como los saludables omega-3.

Hoy nadie duda de los efectos benéficos de estos ácidos grasos, pues reducen la tensión arterial y la tasa de colesterol total, aumentando la reserva del llamado “colesterol bueno”, mantienen a raya los niveles de triglicéridos y fluidifican la sangre, bondades que influyen en la salud cardiovascular y del cerebro, evitando el riesgo de sufrir una cardiopatía isquémica que pueda causar una angina de pecho o un infarto de miocardio.

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